María Sibylla Merian: artes, ciencias y los tejidos imposibles entre bichos y plantas

 

Las conexiones entre artes y ciencias no son nada nuevas. Pesé al esfuerzo de la Modernidad en separar ética, estética, episteme y política, los monstruos afloran. Conocer es político, dibujar también.

María Sybilla Merian nació en Frankfurt en 1647. En los últimos años, se la re-reconoce como una gran entomóloga e ilustradora bestial. Nos atrae una y otra vez, dibuja relaciones monstruosas entre insectos y plantas, se fascina con la metamorfosis, viaja a Surinam, con sus propios fondos, lejos de los naturalismos imperialistas, y con sus hijas retrata una naturaleza vibrátil y desmesurada. Aborda los microcosmos desde enredos vitales, tejidos imposibles. Nos encontramos con sus ojos inquietos y sus manos desplegadas, su cuerpo plegado para entender el devenir  y la transformación. Merian, a diferencia de la gran parte de los naturalistas de su tiempo, no abstrae a los bichos y las plantas, no los separa de ese tejido vivo que los enlaza con el mundo. Busca relaciones, como Spinoza, encuentra formas en que los seres se componen entre sí. ¿Cómo relatar el paso de una oruga a mariposa si no desde un laberinto, un entramado entre lo vivo y lo muerto? ¿qué tiene que ocurrir para transformarnos en otra cosa?

Merian acompaña casi todos nuestros flyers. Acompaña los imaginarios de otros modos de ilustrar una relación, de ser más relacionales en nuestro modo de ver y afectarnos.

Acompaña acá abajo otro compañero de pensamiento, en los diálogos de José Watanabe y una oruga

La Oruga

Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente, trabajosamente,
pero sé que mañana serás del aire.

Hace mucho supe que no eras un animal terminado
y como entonces
arrodillado y trémulo
te pregunto:
¿sabes que mañana serás del aire?
¿te han advertido que esas dos molestias aún invisibles
serán tus alas?
¿te han dicho cuánto duelen al abrirse
o sólo sentirás de pronto una levedad, una turbación
y un infinito escalofrío subiéndote desde el culo?

Tú ignoras el gran prestigio que tienen los seres del aire
y tal vez mirándote las alas no te reconozcas
y quieras renunciar,
pero ya no: debes ir al aire y no con nosotros.

Mañana miraré sobre las cucardas, o más arriba.
Haz que te vea,
quiero saber si es muy doloroso el aligerarse para volar.
Hazme saber
si acaso es mejor no despejar nunca la barriga de la tierra.

 










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